En el aula de matemáticas, la comprensión profunda de los conceptos no solo se construye con ejercicios prácticos o fórmulas, sino también con el lenguaje. La etimología, entendida como el estudio del origen y evolución de las palabras, se presenta como una herramienta poderosa para potenciar el pensamiento crítico, la conexión interdisciplinaria y la apropiación conceptual de los contenidos matemáticos.

¿Por qué enseñar etimología en matemáticas?

Según el lingüista Mario Satz (2010), “conocer el origen de las palabras no es un lujo erudito, sino una forma de iluminar los conceptos y abrir caminos al entendimiento”. Este principio se puede aplicar con fuerza a la enseñanza de las matemáticas, donde muchos estudiantes perciben los términos como arbitrarios y difíciles de memorizar. Introducir la etimología les permite descubrir que las palabras matemáticas tienen raíces con sentido histórico y lógico.

Autores como George Lakoff y Rafael Núñez en Where Mathematics Comes From (2000), afirman que las matemáticas están profundamente estructuradas por el lenguaje metafórico. Comprender de dónde vienen palabras como “radical”, “equivalente”, “ángulo”, o “álgebra” no solo ayuda a entender su significado, sino que fortalece el pensamiento abstracto y la capacidad de establecer conexiones cognitivas.

¿Qué habilidades potencia el conocimiento etimológico?

Comprensión conceptual: Entender que “tangente” viene del latín tangere (tocar) ayuda a visualizar qué significa una recta que “toca” una curva.

Pensamiento reflexivo: Analizar palabras activa procesos mentales distintos a los del cálculo mecánico, lo que fomenta el pensamiento lento y reflexivo (Kahneman, 2011).

Vocabulario académico: Mejora la capacidad de los estudiantes para leer e interpretar enunciados matemáticos con mayor precisión.

Interdisciplinariedad: Permite integrar matemáticas con lenguaje, historia y cultura, promoviendo una visión más holística del conocimiento.

Integrar la etimología en la enseñanza de las matemáticas no es un lujo ni una distracción del contenido curricular. Es, por el contrario, una forma profunda de devolverle sentido y humanidad al conocimiento, de tender puentes entre el lenguaje y la lógica, entre la historia y la abstracción. Tal como afirmaba Galileo Galilei: “Las matemáticas son el alfabeto con el cual Dios ha escrito el universo”. Aprendamos, entonces, también a leer el significado de ese alfabeto desde sus raíces más antiguas.

Por Patricio Figueroa M – Profesor de Matemáticas