¿Es posible que, en nuestra búsqueda por modernizar la educación, estemos sacrificando habilidades fundamentales para el aprendizaje? Suecia, un país líder en innovación tecnológica, parece estar diciendo que sí. En un giro inesperado, este país nórdico, reconocido por su avanzada integración tecnológica en todos los aspectos de la vida cotidiana, ha comenzado a cuestionar el papel de las pantallas en la educación. Según un artículo reciente, Suecia ha tomado una postura radical al regresar a los libros físicos en las aulas tras años de digitalización masiva en el sistema educativo. Este movimiento no solo plantea un debate crucial sobre el equilibrio entre tecnología y aprendizaje tradicional, sino que también nos invita a reflexionar: ¿estamos perdiendo algo esencial en el camino?

Durante la última década, Suecia invirtió significativamente en la digitalización de la educación, promoviendo el uso de tabletas y herramientas digitales como una estrategia para modernizar el aprendizaje. Sin embargo, los resultados no fueron los esperados. Estudios recientes, como uno realizado por la Universidad de Gotemburgo, mostraron que el 60% de los estudiantes suecos experimentaron una disminución en la comprensión lectora después de cinco años de uso intensivo de dispositivos digitales. Además, los educadores detectaron problemas como fatiga ocular, dificultades para concentrarse y una menor retención de información.

En respuesta a estos desafíos, el gobierno sueco ha decidido priorizar los libros impresos en el currículo escolar. Este cambio no implica un rechazo total a la tecnología, sino un reconocimiento de que las herramientas digitales deben ser complementarias, no centrales, en el proceso de aprendizaje. Como señaló un profesor de Estocolmo: «Los libros ofrecen una experiencia táctil y una profundidad de lectura que las pantallas no pueden replicar».

La experiencia sueca es un recordatorio importante para el resto del mundo, especialmente en países donde la digitalización educativa se ha acelerado en los últimos años. Aunque la tecnología tiene un enorme potencial para enriquecer la enseñanza, no debe reemplazar prácticas pedagógicas fundamentales como la lectura profunda y la escritura manual.

El aprendizaje a través de libros impresos fomenta habilidades críticas como la memoria a largo plazo, el análisis detallado y la concentración sostenida. Además, proporciona una experiencia sensorial que refuerza la conexión emocional y cognitiva con el contenido. Por ejemplo, en una escuela primaria de Estocolmo, los profesores observaron que los estudiantes que leían libros físicos tenían un 20% más de retención de información en comparación con aquellos que usaban tabletas.

En el contexto chileno, donde las políticas educativas han comenzado a incorporar herramientas digitales en las aulas, el caso de Suecia ofrece valiosas lecciones. La pandemia de COVID-19 aceleró la digitalización en Chile, especialmente en la educación a distancia. Si bien esta adaptación fue esencial para mantener la continuidad del aprendizaje, los efectos a largo plazo están generando preocupación. Estudios realizados por universidades chilenas, como la Pontificia Universidad Católica, han identificado una disminución en la comprensión lectora y problemas de atención en estudiantes de educación básica, situaciones que podrían estar vinculadas al exceso de tiempo frente a pantallas.

Sin embargo, este escenario también presenta una oportunidad única para replantear el modelo educativo chileno. En un país donde el acceso a internet y dispositivos digitales aún es desigual en zonas rurales, los libros impresos podrían ser una solución práctica y equitativa para garantizar que todos los estudiantes tengan acceso a materiales de calidad.

Para lograr un equilibrio entre lo digital y lo tradicional, las autoridades educativas en Chile podrían considerar estrategias como:

Integrar ambas herramientas: Promover el uso de libros impresos junto con recursos digitales, dependiendo del contexto y los objetivos pedagógicos.

Capacitación docente: Asegurar que los profesores estén preparados para utilizar tecnología de manera eficaz y para identificar cuándo es mejor recurrir a métodos tradicionales.

Fomentar el aprendizaje crítico: Enseñar a los estudiantes a evaluar la información que encuentran en línea y a desarrollar habilidades de lectura profunda tanto en formatos digitales como impresos.

El retorno de Suecia a los libros impresos no es un rechazo a la tecnología, sino un llamado a reflexionar sobre cómo usamos estas herramientas en la educación. El desafío no es elegir entre lo digital y lo tradicional, sino encontrar el equilibrio adecuado que permita a los estudiantes desarrollar todas sus capacidades en un mundo cada vez más complejo.

En Chile y en otros países, este enfoque híbrido podría ser la clave para construir sistemas educativos más sólidos y sostenibles. Como bien lo expresó la Dra. María González, experta en educación de la Universidad de Chile: «El verdadero progreso no está en elegir entre pantallas o libros, sino en saber cuándo usar cada uno para potenciar el aprendizaje».

¿Estamos dispuestos a aprender de Suecia y replantear nuestra relación con la tecnología en la educación? El futuro de las próximas generaciones podría depender de ello.

Atte. Patricio Figueroa M – Profesor de Matemáticas